Ayer abrió la caja de su primer novio. Esa caja en la que le regaló un reloj de pared con forma de corazón incompleto –aviso desatendido-, que todavía cuelga, sin pilas, encima de su cama.
Esa caja que desde hace años sólo sirve para encerrar todo lo que entonces pudo unirles. Esa que no abría desde que ajustó cuidadosamente la tapa para encerrar, convencida, casi tres años de su vida.
Ojea. Remueve. Revuelve. Lee. Se asombra. Sonríe. Se ve. Se enternece. Rescata. Se sonroja. No se reconoce. Se avergüenza. Retrocede. Avanza. Se reafirma. Duda.
No recordaba haberla llenado tanto.
Se queda pensativa durante unos minutos...
“Parece que con él fui feliz.
Quizás sí fui feliz... Pero se me ha olvidado”.
De repente, su memoria la rescata con una frase de Gabriel García Márquez: “La vida no es como la vivimos, sino como la recordamos, para contarla”.
martes, 25 de septiembre de 2007
lunes, 24 de septiembre de 2007
Una propuesta sin opción a regateo
Te cambio un ya nos veremos por un tengo ganas de verte,
Un adiós por un hasta luego,
Un silencio por una conversación,
Y una conversación por un silencio,
Un cigarro por un beso,
Una lágrima por una sonrisa (y, a veces, una sonrisa por una lágrima),
Una hora de sueño por una de sexo,
Un te hubiera gustado por un me acordé de ti,
Una fotografía por una visita,
Un e-mail por una carta,
Un regalo por un abrazo,
Un secreto por una mirada sincera,
Un lo siento por una sorpresa,
Una tila por un baile,
Una joya por una canción,
Una manta por tu piel,
Una almohada por tu pecho,
Un reloj por perder la noción del tiempo,
Mi soledad por tu compañía.
Un adiós por un hasta luego,
Un silencio por una conversación,
Y una conversación por un silencio,
Un cigarro por un beso,
Una lágrima por una sonrisa (y, a veces, una sonrisa por una lágrima),
Una hora de sueño por una de sexo,
Un te hubiera gustado por un me acordé de ti,
Una fotografía por una visita,
Un e-mail por una carta,
Un regalo por un abrazo,
Un secreto por una mirada sincera,
Un lo siento por una sorpresa,
Una tila por un baile,
Una joya por una canción,
Una manta por tu piel,
Una almohada por tu pecho,
Un reloj por perder la noción del tiempo,
Mi soledad por tu compañía.
domingo, 23 de septiembre de 2007
Relato de un inconformista (re)convertido
No cambiaría mi relación actual por ninguna otra.
Pero sí cada instante de ella.
Pero sí cada instante de ella.
Cinco citas
El adjetivo debe ser la amante del sustantivo y no la mujer legítima. Entre palabras van bien ligámenes pasajeros y no matrimonios eternos. De esto se desprende si un escritor es original.
(Alphonse Daudet)
Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo.
(Benjamin Franklin)
El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad.
(Victor Hugo)
Quien no quiere pensar es un fanático; quien no puede pensar, es un idiota; quien no osa pensar es un cobarde.
(Francis Bacon)
Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol.
(Martin Luther King)
(Alphonse Daudet)
Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo.
(Benjamin Franklin)
El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad.
(Victor Hugo)
Quien no quiere pensar es un fanático; quien no puede pensar, es un idiota; quien no osa pensar es un cobarde.
(Francis Bacon)
Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol.
(Martin Luther King)
viernes, 21 de septiembre de 2007
Prisas cotidianas
Un chico se anuda la corbata a la vez que camina, a ritmo de marcha atlética, hacia su puesto de trabajo.
El claxon de un coche suena escandalosamente cuando el de delante frena, en vez de acelerar, al llegar a un semáforo en ámbar.
Una mujer golpea desesperada la puerta de un autobús en el justo momento en el que empieza a arrancar.
Decenas de personas corren por los pasillos subterráneos del metro, y se dan media vuelta, enrabiados, al llegar al andén y constatar que el reloj marca dos minutos y medio para que pase el próximo tren.
Hombres y mujeres de todas las edades se quejan en la cola de los supermercados, y de los Bancos, porque ya llevan diez minutos esperando.
En la sala de espera de la consulta un médico, varias piernas se mueven sin cesar, como acompasando el pedal de un piano.
Una chica grita a su pareja porque ha llegado siete minutos tarde.
Otra le pregunta al camarero si falta mucho para que le sirvan el segundo plato.
Y, en un peaje, un transportista insulta desde dentro del camión al conductor de delante, que ha cometido el grave error de confundirse de tarjeta y tiene que buscar la correcta en la cartera.
Todos los pasajeros de un avión corren, tras aterrizar, para conseguir un buen lugar alrededor de la cinta por donde salen sus maletas.
Una señora recibe un codazo para impedir que se acomode en el único asiento vacío del autobús.
Varias personas se agolpan en la puerta del Corte Inglés el primer día de rebajas, una hora antes de que abran las puertas al público.
Una quinceañera llora mientras escribe en su diario, antes de acostarse, las ganas que tiene de ser mayor de edad.
Y una abuela empieza a limpiar la mesa a pesar de que sus nietos no hayan acabado de comer.
Un anciano y su bastón se apresuran a cruzar el paso de peatones de una ancha avenida, mientras el semáforo parpadea, avisando de que va a ponerse en rojo.
Los niños de primaria se empujan en la fila para salir los primeros al patio. “Tonto el último!!”
El claxon de un coche suena escandalosamente cuando el de delante frena, en vez de acelerar, al llegar a un semáforo en ámbar.
Una mujer golpea desesperada la puerta de un autobús en el justo momento en el que empieza a arrancar.
Decenas de personas corren por los pasillos subterráneos del metro, y se dan media vuelta, enrabiados, al llegar al andén y constatar que el reloj marca dos minutos y medio para que pase el próximo tren.
Hombres y mujeres de todas las edades se quejan en la cola de los supermercados, y de los Bancos, porque ya llevan diez minutos esperando.
En la sala de espera de la consulta un médico, varias piernas se mueven sin cesar, como acompasando el pedal de un piano.
Una chica grita a su pareja porque ha llegado siete minutos tarde.
Otra le pregunta al camarero si falta mucho para que le sirvan el segundo plato.
Y, en un peaje, un transportista insulta desde dentro del camión al conductor de delante, que ha cometido el grave error de confundirse de tarjeta y tiene que buscar la correcta en la cartera.
Todos los pasajeros de un avión corren, tras aterrizar, para conseguir un buen lugar alrededor de la cinta por donde salen sus maletas.
Una señora recibe un codazo para impedir que se acomode en el único asiento vacío del autobús.
Varias personas se agolpan en la puerta del Corte Inglés el primer día de rebajas, una hora antes de que abran las puertas al público.
Una quinceañera llora mientras escribe en su diario, antes de acostarse, las ganas que tiene de ser mayor de edad.
Y una abuela empieza a limpiar la mesa a pesar de que sus nietos no hayan acabado de comer.
Un anciano y su bastón se apresuran a cruzar el paso de peatones de una ancha avenida, mientras el semáforo parpadea, avisando de que va a ponerse en rojo.
Los niños de primaria se empujan en la fila para salir los primeros al patio. “Tonto el último!!”
miércoles, 19 de septiembre de 2007
Daniela Vidal
La imaginaba en un jardín inmenso, correteando sin cansarse, con sus all star rosas del número más pequeño. En un campo llano y verde, repleto de flores, que misteriosamente aparecía en la cima de la montaña más alta, donde podía jugar sin mancharse su vestido blanco. La imaginaba con una mochila en la espalda, cargada de ilusiones – que no pesan -, dispuesta a partir en cualquier momento.
Sentía que sus ojitos azules nos observaban a cada instante, y que se entretenía conociéndonos desde allí arriba.
La veía sonreír continuamente, y hasta sentía sus carcajadas unidas a las nuestras, con ese brillo en la mirada capaz de hacerme aflorar un instinto hasta entonces dormido.
Sé que escuchaba atentamente cuando hablábamos de ella, intentando adivinar cuándo sería su cumpleaños.
A veces podía notar su enfado al vernos discutir, y no me costaba imaginarla con los brazos en jarra y el ceño fruncido. Y hasta llorando desconsolada, al temer que su anhelado viaje pudiera quedarse tan sólo en un sueño, en una intención de dos adultos que la engañaron.
Sé, que a pesar de todo, quería venir. Y yo la hubiera traído con la absoluta certeza de que sería feliz.
Pero su billete no podía pagarlo yo sola.
...Le hubiera comprado cualquier cosa que señalara apretando su dedo índice contra un cristal, y hubiera compartido sus primeros castillos de arena en cualquier playa, sin contarle que, a veces, los castillos se quedan en el aire...
Y la hubiera puesto en medio de los dos, agarrando una de sus manos mientras aprendía a caminar por sí sola...
Hace unos meses que no la encuentro a pesar de buscarla. Y la vuelvo a imaginar, esta vez escondida bajo un árbol, con la mochila en el suelo, observando como sus amigos van desapareciendo del paraíso en el que vive, y temiendo quedarse allí para siempre.
No escogería a otra niña entre todas las que pudiera tener.
Ahora la echo de menos, sin haberla conocido siquiera. Y si no pudiera traerla nunca a mi lado, me gustaría decirle que fue a ella a quien más quise, a pesar de que quizás ella nunca llegue a ser, y yo albergue dentro de mi a otra vida...
“Aquí está Daniela esperando a que le abran la puerta para salir...”
Sentía que sus ojitos azules nos observaban a cada instante, y que se entretenía conociéndonos desde allí arriba.
La veía sonreír continuamente, y hasta sentía sus carcajadas unidas a las nuestras, con ese brillo en la mirada capaz de hacerme aflorar un instinto hasta entonces dormido.
Sé que escuchaba atentamente cuando hablábamos de ella, intentando adivinar cuándo sería su cumpleaños.
A veces podía notar su enfado al vernos discutir, y no me costaba imaginarla con los brazos en jarra y el ceño fruncido. Y hasta llorando desconsolada, al temer que su anhelado viaje pudiera quedarse tan sólo en un sueño, en una intención de dos adultos que la engañaron.
Sé, que a pesar de todo, quería venir. Y yo la hubiera traído con la absoluta certeza de que sería feliz.
Pero su billete no podía pagarlo yo sola.
...Le hubiera comprado cualquier cosa que señalara apretando su dedo índice contra un cristal, y hubiera compartido sus primeros castillos de arena en cualquier playa, sin contarle que, a veces, los castillos se quedan en el aire...
Y la hubiera puesto en medio de los dos, agarrando una de sus manos mientras aprendía a caminar por sí sola...
Hace unos meses que no la encuentro a pesar de buscarla. Y la vuelvo a imaginar, esta vez escondida bajo un árbol, con la mochila en el suelo, observando como sus amigos van desapareciendo del paraíso en el que vive, y temiendo quedarse allí para siempre.
No escogería a otra niña entre todas las que pudiera tener.
Ahora la echo de menos, sin haberla conocido siquiera. Y si no pudiera traerla nunca a mi lado, me gustaría decirle que fue a ella a quien más quise, a pesar de que quizás ella nunca llegue a ser, y yo albergue dentro de mi a otra vida...
“Aquí está Daniela esperando a que le abran la puerta para salir...”
domingo, 16 de septiembre de 2007
Querido lumbago
Doy vueltas en la cama. El dolor de espalda me despierta a las 7.00, a la misma hora que lo haría un pitido si no estuviera de baja. Estoy de mal humor. Una semana sin apenas moverme. Y tengo hambre.
Enciendo la televisión y acto seguido me dirijo a la cocina a preparar una tostada con mantequilla y esa mermelada de cereza picota del pueblo, benditos pequeños placeres.
Empieza el telediario. Y voy escuchando una voz entrecortada por otras a golpe de video informativo.
Un accidente múltiple se cobra la vida de cinco personas, tres de ellas de la misma familia. María Cantero ingresada de urgencia en el Hospital Clínico de Barcelona, tras ser apuñalada por su pareja mientras dormía. Veinte niños fallecen en Irak tras explosionar el artefacto de un suicida en la puerta de un colegio. A Rocío le vence finalmente el cáncer tras una dura batalla.
Aborto la operación desayuno, haciendo saltar la tostada antes de tiempo. Quizás más tarde recupere el apetito.
Vuelvo a tumbarme en la cama con la televisión encendida. Pierdo la mirada en la pantalla y por unos instantes dejo de oír.
Me visualizo en un camino lleno de minas personales, enterradas, esperando acabar con mi vida o “simplemente” mutilarme. Siento miedo de avanzar, me paralizo. Quieta estoy a salvo. Mejor no andar.
El estruendo de un anuncio cualquiera me devuelve a mi realidad.
Respiro hondo. Suspiro.
Querido lumbago, no volveré a quejarme de ti. Pero tengo ganas de seguir caminando.
Enciendo la televisión y acto seguido me dirijo a la cocina a preparar una tostada con mantequilla y esa mermelada de cereza picota del pueblo, benditos pequeños placeres.
Empieza el telediario. Y voy escuchando una voz entrecortada por otras a golpe de video informativo.
Un accidente múltiple se cobra la vida de cinco personas, tres de ellas de la misma familia. María Cantero ingresada de urgencia en el Hospital Clínico de Barcelona, tras ser apuñalada por su pareja mientras dormía. Veinte niños fallecen en Irak tras explosionar el artefacto de un suicida en la puerta de un colegio. A Rocío le vence finalmente el cáncer tras una dura batalla.
Aborto la operación desayuno, haciendo saltar la tostada antes de tiempo. Quizás más tarde recupere el apetito.
Vuelvo a tumbarme en la cama con la televisión encendida. Pierdo la mirada en la pantalla y por unos instantes dejo de oír.
Me visualizo en un camino lleno de minas personales, enterradas, esperando acabar con mi vida o “simplemente” mutilarme. Siento miedo de avanzar, me paralizo. Quieta estoy a salvo. Mejor no andar.
El estruendo de un anuncio cualquiera me devuelve a mi realidad.
Respiro hondo. Suspiro.
Querido lumbago, no volveré a quejarme de ti. Pero tengo ganas de seguir caminando.
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