martes, 25 de septiembre de 2007

Percepción. Tiempo. Certeza.

Ayer abrió la caja de su primer novio. Esa caja en la que le regaló un reloj de pared con forma de corazón incompleto –aviso desatendido-, que todavía cuelga, sin pilas, encima de su cama.
Esa caja que desde hace años sólo sirve para encerrar todo lo que entonces pudo unirles. Esa que no abría desde que ajustó cuidadosamente la tapa para encerrar, convencida, casi tres años de su vida.

Ojea. Remueve. Revuelve. Lee. Se asombra. Sonríe. Se ve. Se enternece. Rescata. Se sonroja. No se reconoce. Se avergüenza. Retrocede. Avanza. Se reafirma. Duda.

No recordaba haberla llenado tanto.
Se queda pensativa durante unos minutos...

“Parece que con él fui feliz.
Quizás sí fui feliz... Pero se me ha olvidado”.


De repente, su memoria la rescata con una frase de Gabriel García Márquez: “La vida no es como la vivimos, sino como la recordamos, para contarla”.

3 comentarios:

Juan Carlos dijo...

Lo bonito sería que cada historia fuese tan bella que, aunque acabase, la pudiésemos contar tal como fue, porque la recordasemos minuto a minuto.

Yo tengo una de esas, pero sin embargo quiero olvidarla.

Adela dijo...

Yo creo que, con el tiempo, las personas acaban ocupando el lugar correcto y adquiriendo la importancia real que han tenido en tu vida.

Si no recuerdas haber sido feliz... Es que seguramente no lo fuiste, aunque en su momento sí lo creyeras.

Si, por el contrario, el recuerdo que te queda (en su conjunto), es bonito, significa que lo que viviste no fue un (auto)engaño.

Con respecto a tu historia...La desconozco... Pero creo que no se trata de olvidar momentos bellos, sino de conseguir pasar página...

Hay una canción que acaba diciendo: "El problema no es olvidarte, el problema es que no quiero"...

¿Realmente quieres...?

Juan Carlos dijo...

No, no quiero, bueno, sí quiero y mucho, pero a ella, no olvidarla....