“Autonomía, individualismo, independencia, libertad sin trabas … Son los slogans que deleitan a la humanidad del tercer milenio. Se presentan como conquistas que asegurarán a quien los posean la felicidad y la dicha. Espoleado por estos acicates el hombre ha creado una sociedad de multitudes pero en la que, curiosamente, se siente solo. Al final, es la soledad el botín real que se ha conquistado después de romper lazos, de elegir antes mi interés que el ajeno, de ser yo mi propia norma. Cuando el “yo” se agiganta, el corazón se vacía de “otros”, y si no hay otros, por rodeado que esté de gente, el ser humano estará solo.”
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Y yo, que tantas veces he defendido la autonomía, el individualismo, la independencia y la libertad... Asiento con la cabeza a este párrafo (que he extraído de un artículo algo más extenso).
Y reculo un poco, y bajo la voz al apoyar estos cuatro conceptos.
Porque proclamarlos sin matices es igual que acatar sus antónimos sin reproches.
Y porque autonomía sin saber aceptar ayuda, individualismo sin capacidad de equipo, independencia sin saber compartir y libertad sin respeto... No es un avance. Es egoísmo.
Y la soledad buscada fortalece, pero la impuesta (y buscada sin voluntad pero a base de actos), ahueca por dentro.
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